11th enero 2016

Descubrir lo mejor de Girona en un día

 

«En Girona tenemos el mejor restaurante del mundo: Can Roca. ¿Lo sabías? Y los hermanos Roca también son los dueños de esa heladería. ¿Te gustan los helados? »

Eran las 11: 00 y el sol daba de pleno en la calle. El cielo, de color azul claro, estaba totalmente despejado, y varios abuelos paseaban de cafetería en cafetería con el periódico debajo del brazo.

 

Rocambolesc Gelateria

 

recombalesc gelateria

Recombolesc Gelateria

 

 

Dentro de la Rocambolesc Gelateria, Margarita señaló los diferentes sabores y cogió un libro para enseñarme una foto de los dos hermanos Roca.

«Son muy majos», dijo con cariño.

Pedí el helado de avellana y turrón, y me di cuenta de que era lo primero que comía en todo el día. Todos los desayunos deberían ser así, pensé.

«Si no te puedes permitir comer en su restaurante, ¡siempre puedes probar su helado! », afirmó entre risas.

Le pregunté si Girona era siempre un sitio tan tranquilo y agradable. Había llegado en AVE desde Barcelona esa misma mañana y estaba gratamente sorprendido por el contraste, sobre todo teniendo en cuenta que solo había tardado 40 minutos.

«A veces hay un poco de follón, pero no como en Barcelona. No vienen tantos turistas. Yo lo prefiero así. Me gusta Girona tal y como es».

 

Puente Eiffel

 

Ben en el puente Eiffel

Ben en el puente Eiffel

 

 

Atravesamos el emblemático puente Eiffel que, tal y como nos contó Margarita, se construyó justo antes que la torre Eiffel de París. Me paré unos instantes para fotografiar los edificios de color terracota y amarillo mostaza que dan al río por la parte de atrás. El campanario de la catedral asoma al fondo y el graznido y aleteo de los patos que avanzan por la superficie del agua resuena en las orillas del río.

«Es importante estar atento a los letreros», me explica Margarita. «Este de aquí dice que construir el puente costó 22 500 pesetas de la época, unos 9000 EUR. Indicar cuánto costaban las cosas era algo habitual en otras épocas».

«¿Cuándo se celebra la famosa fiesta de las flores? », le pregunté.

«Te la has perdido por poco. Fue hace un par de semanas, y es muy famosa aquí. Lo que no conoce mucha gente son nuestros festivales de música».

 

Rambles de Girona

 

ramblas girona

Rambles de Girona

 

 

Al salir del puente nos encontramos en las Rambles de Girona, una calle larga con arcadas bajas que albergan pequeñas tiendas de artesanía y boutiques de moda, además de cafeterías y restaurantes. Había mucha gente sentada a la sombra, tomando café y leyendo libros de bolsillo.

«Hoy es día de mercado. Puedes ver los puestos que venden productos de la tierra. También es el festival Inund’Art, así que veremos mucho arte por la calle», explica Margarita.

Había gente haciendo cola para comprar bolsas de nueces garrapiñadas y cuñas de queso, así como paquetes de carne y tarrinas de relucientes aceitunas. Margarita se paraba en cada puesto, me daba a probar de todo y me contaba que todo era de origen local.

«Esta es la calle en la que los artistas pueden exponer sus pinturas. Y aquí hay un mercado en el que venden verdura, pescado y carne de la zona, además de vino del Empordà».

Se detenía constantemente para saludar a la gente que conocía y que nos encontrábamos por la calle. «Girona es una ciudad pequeña. Aquí nos conocemos todos y no es fácil tener privacidad».

Subimos por una callejuela y me explicó que por allí pasaba la antigua calzada romana que conectaba la ciudad con Cádiz. Me paré para pensar y asimilarlo; era como viajar en el tiempo.

«No hay que olvidarse de lo bien situada que está Girona. Por eso los romanos se instalaron aquí, para proteger la ruta que venía de Francia y llegaba hasta Cádiz, en el sur de España».

 

El barrio judío

 

el call girona

El Call

En el barrio judío, conocido como el Call, me di cuenta de que los edificios eran de gruesos bloques de piedra, como si estuvieran allí desde el inicio de los tiempos. Dentro del Museo de Historia de los Judíos, Margarita me contó que hay mucha gente que no se acaba de creer que en la zona viviesen judíos, ya que no hay sinagoga.

«Pero estas piedras son de tumbas que fueron excavadas en un terreno cercano y demuestran que aquí vivieron judíos», me asegura.

En una pequeña tienda de regalos me fijo en unos imanes para la nevera y unas camisetas decoradas con moscas que, según me cuenta, miro con cara de perplejidad. ¿Moscas?

«¿No sabes la historia de las moscas? En 1286, durante la invasión francesa, el ejército saqueó y destruyó algunas partes de la ciudad, atacó a la población local y ultrajó sus símbolos religiosos. Un día abrieron la tumba de Sant Narcís y salió un enjambre de moscas que picaron a los soldados y a sus caballos y los mataron, salvando así a la ciudad».

A lo largo de la historia, Girona ha sufrido numerosos asedios, y de ahí su apodo: la Ciudad de los mil ataques.

Soy un fanático de la arquitectura, así que no tardo en darme cuenta de que la ciudad presenta un diseño francés.

Margarita sonríe y añade: «Eso es porque estamos muy cerca de Francia, y su influencia se deja notar en el diseño de la ciudad. A veces aquí graban películas ambientadas en Francia. ¿Conoces “Juego de Tronos”? ¡Rodarán aquí este verano! »

La catedral de Girona

 

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La catedral de Girona

Dentro de la emblemática catedral de la ciudad, nos quedamos pasmados admirando el tapiz de la Creación.

«En esta sección se representa la creación de Eva a partir del cuerpo de Adán. Aquí están el sol, la luna y las estrellas. El objetivo es explicar la creación del mundo de manera sencilla para la gente que no sabía leer. Se cree que tiene unos 1000 años de antigüedad», dijo como si nada.

Mientras estaba de pie, parado en medio de la nave de la catedral, me impresionó su quietud. «Es única», prosiguió Margarita, «porque no cuenta con columnas, y por eso transmite sensación de amplitud, de espacio. Su simplicidad es bella, ¿no crees? ».

Asentí boquiabierto, asombrado por su magnitud. No es de extrañar que tardasen 400 años en acabar de construirla. El sol estaba en lo más alto y quemaba. Margarita me explicó que, llegados a este punto, la gente suele dar media vuelta y regresar al centro, pero que podíamos subir un poco más y disfrutar de unas excelentes vistas del exterior de la catedral con la ciudad como telón de fondo.

«Esto es un jardín secreto», dijo susurrando. «Aquí vivía una mujer francesa. Se dice que era la amante del obispo».

Las plantas y los árboles estaban verdes y llenos de vida y emanaban un suave y dulce aroma a pino que consiguió que me reactivase. Paramos para beber agua de una fuente y observar los cipreses.

«En Girona hay cipreses y olivos por todas partes. También son habituales en muchas pinturas de Dalí».

La muralla romana de Girona

girona roman walls

La muralla romana de Girona

Ascendimos por la estrecha muralla romana que atraviesa las faldas de las colinas y nos paramos a admirar la ciudad que se extendía a nuestros pies. Me imaginaba a soldados patrullando de arriba abajo y vigilando el terreno hasta los Pirineos.

«Desde aquí la ciudad no parece tan pequeña, ¿verdad? », dije pensando el alto.

«A la gente le sorprende su tamaño. Cuenta con una población de unos 100 000 habitantes, y tiene de todo. Yo siempre digo que es una pequeña gran ciudad».

Me estaba muriendo de hambre y mi estómago empezaba a quejarse. Tenía mesa reservada en Occi, uno de los restaurantes preferidos de Margarita, y no veía la hora de comerme un plato de arroz con marisco y de saborear un buen vino del Empordà.

«Pero antes de marcharte, tienes que besar el culo de la leona», espetó Margarita haciendo caso omiso a la expresión de mi cara. «Te dará suerte y, así, seguro que volverás a Girona».

No lo dudé ni por un segundo. Me acerqué y lo besé con ganas. Dos veces en cada «mejilla».

Ben se alojó en el Hotel Ciutat de Girona, en el centro de la ciudad. Si quieres obtener más información acerca de la impresionante Costa Brava y el resto de Cataluña, visita las webs de turismo locales. Para ver horarios y precios de las conexiones entre Barcelona, la Costa Brava y Girona, entra en sagales.com.

Ben Holbrook

Ben Holbrook

Ben Holbrook es un escritor de viajes que vive en Barcelona. Lee sobre sus aventuras en su blog Driftwood Journals.

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